Algunas notas sobre Net Mundial+10, diez años después
El evento de NetMundial+10 terminó en un documento de declaración que ratifica gran parte de los principios anunciados hace diez años en la primera edición del evento. Quienes participamos aquella vez eramos—obviamente—mas jóvenes y la Internet de entonces se parecía poco a la de ahora.
Lo bueno y lo malo
Hay varios aspectos positivos por destacar. Primero, resultó claro que el principio de múltiples partes interesadas (MPI) continúa siendo un valor fundamental a mantener en la gobernanza global de Internet, que es necesario reafirmar para protegerlo de ataques o demandas “soberanistas” de estados que no desean compartir el poder que ejercen en foros multilaterales. En este sentido, la discusión sobre la promoción de los principios aquí afirmados y su implementación en espacios como el Internet Governance Forum (IGF), el Global Digital Compact (GDC), o la World Summit on the Information Society (WSIS) marca una agenda positiva tendiente a fortalecer los mecanismos de gobernanza que—hasta el momento—han influenciado de manera decisiva la discusión global sobre Internet y su regulación. También resulta especialmente importante la promoción de espacios multisectorales a niveles regionales y nacionales, otro camino que el documento reafirma e ilumina.
La confirmación de los principios rectores del NetMundial original también resulta positiva, pero aquí cabe hacer una salvedad. Los principios del NetMundial original eran de dos tipos, los principios del internet governance y los principios procedimentales. Los que el documento de 2014 reafirma con claridad son los segundos, pero no los primeros que incluían—entre otros—afirmaciones fuertes en relación a resguardar el principio de “innovación sin permiso” y la protección de intermediarios, reflejada en el documento en estos términos (la traducción me pertenece):
“Las limitaciones de la responsabilidad de los intermediarios deben implementarse de manera que respeten y promuevan el crecimiento económico, la innovación, la creatividad y el libre flujo de información. En este sentido, se debe alentar la cooperación entre todas las partes interesadas para abordar y disuadir las actividades ilegales, en consonancia con un proceso justo”.
La no confirmación clara de estos principios sustantivos es preocupante pero era, a la vez, previsible. Las reglas de responsabilidad de intermediarios están, actualmente, en cuestión. Si bien siguen siendo parte del derecho vigente, que lo afirma en leyes (en Estados Unidos), en estándares internacionales de Derechos Humanos (como, por ejemplo, en el sistema interamericano) o en jurisprudencia (casos como los de responsabilidad de intermediarios en Argentina), son principios que están sometidos a numerosas críticas que llaman a reformarlos. Si bien los cambios legales en Europa de los últimos años no los repudian enteramente, la regulación más intensa que realiza la Digital Services Act de la Unión Europa al menos los debilita. Por otro lado, el ideal de “innovación sin permiso” va en contra de las reacciones iniciales de gobiernos y empresas del mundo ante el desarrollo y despliegue, durante 2023, de servicios basados en inteligencia artificial. Allí, la innovación tecnológica se ve como problemática—ya sea porque se basa en una apropiación de conocimiento colectivo sin permiso o con consecuencias problemáticas, o por los “daños” que las tecnologías pueden generar. Ambos elementos produjeron un NetMundial+10 de inclinación fuertemente procedimental, y dejaron las dimensiones sustantivas del consenso de 2014 algo más abiertas.
La necesidad de coordinación
Otro punto que resulta importante destacar tiene que ver con la necesidad de coordinación “sin precedentes” que surge de la multiplicación de espacios de discusión y de toma de decisiones. El IGF compite con el foro de WSIS, las iniciativas de UNESCO caminan en paralo a las del UN Tech Envoy, y así. La necesidad de pensar creativamente sobre formas posibles de coordinación—que respeten el principio de MPI—están, entonces, a la orden del día. Ese ejercicio tiene sus riesgos. La existencia de múltiples espacios permite distintas culturas institucionales y esto puede multiplicar las oportunidades políticas de intervención e incidencia, ya que algunos espacios pueden ser más receptivos que otros. La coordinación de acciones, agendas, y decisiones podría empujar la discusión global hacia formas de consenso que—para evitar los naturales desacuerdos que existen—termine abrazando principios excesivamente generales e inconducentes. Y, sin embargo, los problemas que existen en torno a Internet en el mundo entero podrían ser mejor abordados si esa coordinación ideal existiese. El documento de NetMundial+10 llama a mejorar la coordinación pero también advierte los beneficios de mantener cierto saludable pluralismo en el ecosistema global de gobernanza.
“Es importante evitar la fragmentación y la duplicación de foros para garantizar que la gobernanza de Internet y los procesos de políticas digitales puedan ser eficaces. Por el contrario, se necesita urgentemente una mejor coordinación entre los procesos que abordan cuestiones superpuestas … Para cumplir con las expectativas de coordinación e intercambio de información, tal vez sea necesario desarrollar nuevos métodos de trabajo, y serían esenciales nuevos recursos financieros y humanos. Estos podrían diseñarse para ofrecer una coordinación y un intercambio de información realmente mejorados, y también para generar mejores deliberaciones y conocimientos sobre los resultados. También podrían impulsar conexiones más sólidas entre los procesos de gobernanza y la implementación de resultados que fortalecerían la eficacia general de la gobernanza de Internet y los procesos de políticas digitales. Cualquier método de trabajo de este tipo debería esforzarse por evitar conflictos o duplicaciones con los procesos existentes o crear nuevas cargas, y garantizar una participación desde abajo en pie de igualdad, junto con la transparencia y la rendición de cuentas en dichos procesos. Las mejoras efectivas en la coordinación beneficiarán a todas las partes interesadas y a la capacidad de los procesos de gobernanza de Internet y políticas digitales para abordar los problemas que están abordando”.
El modelo de múltiples partes
Resulta importante subrayar que el foco de NetMundial+10 en los procesos no es poca cosa. Si bien el CELE formó parte del evento como parte de la comunidad académica (una de las múltiples partes interesadas representadas en estos espacios), lo hizo en estrecha colaboración con la sociedad civil. Y ese este espacio el que más tiene por ganar en la promoción de diálogos abiertos y participativos. Defender el modelo de MPI requiere entonces recordar por qué estos son valiosos.
En efecto, la alternativa al modelo del MPI es o bien la afirmación del poder de los estados mediante sus leyes nacionales (una prerrogativa indudable) o el improbable tratado internacional construido sobre la base de las voluntades estatales. Ambas alternativas son problemáticas. El modelo basado en las regulaciones nacionales se lleva mal con el carácter global de Internet, que exige cierta coordinación aunque sea informal para que éstas respeten los estándares internacionales de derechos humanos y el carácter abierto e interoperable de Internet. La experiencia de los últimos años es que los estados no suelen estar especialmente inspirados en estos valores a la hora de regular Internet. Por otro lado, a nivel global los desacuerdos entre estados son tan profundos que el camino parece ofrecer una calle sin salida.
El aporte del modelo MPI puede mejorar esos procesos. Supone negar las ficciones sobre las que se construyen ambas alternativas soberanistas—que los estados o que sus autoridades representan de manera perfecta a sus ciudadanos y sus intereses. También supone promover valores de deliberación y participación horizontal. Y el modelo, en tanto se proyecta en espacios internacionales, sirve para reafirmar el carácter global de Internet. El proceso de fragmentación de la Internet en curso desde hace algunos años necesita de espacios participativos globales que reafirmen a Internet como “un recurso global que debe gestionarse en aras del interés público”. El MPI, de manera seguramente imperfecta, expande la base democrática de los modelos de gobernanza que lo incorporan y aumenta—como consecuencia—la legitimidad de las decisiones que allí se adoptan.
Y ahora, ¿qué?
Gran parte de la dicusión final giró en torno a la necesidad de que los estados y autoridades que lideran y coordinan procesos de gobernanza tomen y abracen los principios que NetMundial+10 propone. Eso supone, en la práctica, que los principios se deben volver un punto de referencia. Si bien no conozco estudios empíricos sobre esta cuestión, mi intuición es que ello no ocurrió luego del primer documento. El documento de NetMundial de 2014 fue prontamente olvidado. El trabajo pendiente de incorporación y referencia es una responsabilidad compartida. Además de los estados y las autoridades, resulta relevante que los principios sean abrazados por la sociedad civil que los puede usar como marco de referencia para exigir su respeto cuando éstos no son respetados. Si así fuera, los principios de NetMundial+10 podrían convertirse en una fuente de soft law con más dientes que los que tuvo hasta ahora.
Pero también existe el riesgo de que la discusión sobre gobernanza en términos abstractos haya quedado, simplemente, vieja. Le reacción de desilusión Milton Mueller al evento impugna fuertemente al ideal del multistakeholderismo en su núcleo. ¿Está el ideal muerto, como afirma Mueller? La pregunta depende de cómo el mismo se operativice en ámbitos relevantes, lo cual no deja de ser un fenómeno vinculado a la voluntad. Esa voluntad se encuentra distribuida en distintos actores, arenas, e instituciones y se construye en tensión con voluntades opuestas. El futuro—una vez más—no está escrito.