Entusiasmo, expectativa e incertidumbre: la participación del CELE en la DSA and Platform Regulation Conference en los Países Bajos

Desde el 17 de febrero de 2024 se encuentra en vigor la totalidad de disposiciones de la Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea (DSA, por sus siglas en inglés). La DSA es la directiva europea que regula a los intermediarios y plataformas en línea—redes sociales, tiendas de aplicaciones, plataformas de compras en línea, etcétera—y les impone una serie de obligaciones, con el objetivo de crear un espacio digital más seguro en el que se protejan los derechos fundamentales de todos los usuarios. Se trata de una regulación novedosa, que propone un cambio de paradigma respecto del modelo preponderante hasta el momento, y que es fuente—por igual—de grandes esperanzas y temores. 

En este contexto, los días 15 y 16 de febrero, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Amsterdam, Países Bajos, se celebró la DSA and Platform Regulation Conference. La conferencia, coorganizada por el DSA Observatory del Institute for Information Law (IViR) de la Universidad de Amsterdam, la Digital Transformation of Decision-making Initiative de la Facultad de Derecho de Ámsterdam y el Digital Legal Lab de las universidades de Ámsterdam, Tilburg, Radboud y Maastricht. Contó con la presencia de académicos, reguladores, representantes de la sociedad civil y otros expertos en materia de regulación de plataformas. Del CELE participó el investigador Nicolás Zara, quien presentó un trabajo en progreso acerca de los desafíos en materia de libertad de expresión generados por el volumen, la velocidad y la permanencia de los contenidos en su circulación en internet. 

Poniendo la DSA en marcha

La mayoría de los más de 40 trabajos presentados en la Conferencia lidiaron con los desafíos en la puesta en marcha de los aspectos más novedosos de la DSA, tales como el análisis de riesgos sistémicos y las medidas de mitigación de esos riesgos que las plataformas y motores de búsqueda más grandes deben llevar adelante (art. 34 y 35 de la DSA), el sistema anual de auditorías y los mandatos de transparencia. Son aspectos centrales de la regulación y tienen un alto potencial de modificar prácticas empresariales y producir efectos sistémicos en el ecosistema global de comunicaciones digitales. 

En ese contexto, el control del cumplimiento de las disposiciones de la DSA fue un eje nodal de atención. La DSA propone un sistema complejo que divide el control estatal de su cumplimiento en dos niveles: la Comisión Europea por un lado y las autoridades nacionales de los estados parte de la Unión (los llamados “Digital Services Coordinators”) por el otro. Algunas plataformas—identificadas especialmente por su tamaño—deberán someterse a auditorías anuales que controlarán el cumplimiento de sus obligaciones. Una implementación exitosa requerirá de consistencia y coordinación entre las autoridades nacionales y la Comisión, e incluso de los auditores entre sí.

El clima del encuentro fue de colaboración e intercambio al interior de un ecosistema con dos objetivos comunes: entender los distintos aspectos de la DSA y “hacerla funcionar”. El rol preponderante de la academia en este esquema y la centralidad del acceso a datos para actividades de investigación fueron un tema recurrente. Este último punto ha sido una prioridad del CELE durante el último año. En efecto, el CELE fue una de las pocas organizaciones del sur global con presencia en la Conferencia. 

DSA, hora cero: incertidumbre sobre el futuro cercano

La DSA es un esquema regulatorio muy ambicioso que comprende una multiplicidad de aspectos de la existencia de las plataformas intermediarias de internet. Durante la Conferencia distintos panelistas dieron respuestas muy diversas frente a la pregunta acerca de qué significaría para ellos que la DSA “tuviera éxito”. Su implementación ofrece un camino desafiante hacia el futuro. Es de esperar que el impacto de la regulación no sea inmediato. La propia dinámica de su ejecución está más concebida como un “diálogo regulatorio” sostenido en el tiempo que como un sistema que delimite claramente estándares y puntos de partida y llegada. La ejecución de la DSA—repiten los reguladores como un mantra—no es un sprint, sino una maratón.

Nadie parece saber cómo lucirá internet en la Unión Europea luego de dos o cinco años de vigencia de la DSA. No es seguro que todos los estados miembros de la Unión tengan la capacidad técnica y la decisión política que parece tener la Comisión Europea para llevar adelante el proyecto de la DSA. Tampoco es posible afirmar que el vigor inicial de la Comisión se sostenga en el tiempo. Con las elecciones del Parlamento Europeo programadas para junio de este año, el panorama podría cambiar pronto.

Existen riesgos asociados a cada uno de los elementos más importantes de la DSA. El sistema de análisis y mitigación de riesgos puede ser usado para silenciar contenido perfectamente legal y de interés público, preocupación que ya ha sido señalada por algunas organizaciones. No está claro si este “giro procedimental” de la DSA, que mira a la moderación de contenidos en forma sistémica y centrada en los procesos de las compañías, es conciliable con estándares internacionales en materia de libertad de expresión. Las nuevas obligaciones de transparencia para las empresas corren el riesgo de ser utilizadas por las plataformas para hacer “transparency washing”: revelar parte de la forma en la que actúan y algunos procesos internos para legitimarlos sin que otros aspectos, acaso centrales, de su modelo de negocios sean cuestionados.

Con un texto que sorprende por su extensión—y, en algunos pasajes, por su vaguedad—, objetivos extremadamente ambiciosos, una implementación compleja y segmentada en distintos niveles, dudas respecto de aspectos sustantivos y provisiones aún sin reglamentar, la capacidad de la DSA de hacer de internet un lugar más seguro y respetuoso de los derechos humanos aún luce como una incógnita. Sus probabilidades de éxito y de conformar las enormes expectativas depositadas en ella están sujetas a la acción coordinada de un ecosistema de agentes y factores que aún se encuentra en formación. Lo más importante aún está por venir.