Polítika vs. Prensa: Fotografía de una batalla
Apenas el 29% de peruanos confía en los medios de comunicación masiva, según el último Barómetro de las Américas (2021). Es el declive más pronunciado de una medición a otra (12 puntos menos que en el 2019), colocando al Perú en el antepenúltimo lugar de la región.
El deterioro de la percepción ciudadana sobre los medios de comunicación no es un fenómeno exclusivamente peruano ni latinoamericano. Los políticos que quieren rehuir al escrutinio de la prensa – sin ruborizarse por doblar al antojo uno de los pilares de una democracia sana– saben que una ruta de escape es el desprestigio de los medios de comunicación, la construcción de “verdades alternativas” y las acusaciones de “fake news” a quienes, profesionalmente, se encargan de combatirlas.
Pero el uso de narrativas estigmatizantes no excluye el recurso a herramientas más tradicionales para el ataque a la libertad de prensa; por el contrario, se complementan. Y el poder legislativo, qué duda cabe, puede tener un gran poder silenciador.
Gracias al Observatorio Regional de Legislación en Libertad de Expresión en América Latina del CELE, pude hacer un análisis cuantitativo y cualitativo sobre el devenir legislativo en la materia para el Perú. Los números reflejaban que de un año a otro (2015-2016), el número de iniciativas legislativas con impacto negativo sobre la libertad de expresión se triplicó (de 3 a 10), y hacia el año 2019, ya casi se habían quintuplicado las propuestas nocivas para la información (14). Pero la fotografía se vuelve completa cuando se le acompaña con las historias y las entrevistas que explican esa especial animadversión de la política hacia la prensa.
Ese es el panorama que quise reflejar cuando me encaminé a escribir “Polítika vs. Prensa” (Debate, 2022). Unas elecciones presidenciales perdidas en el Perú explican por qué la principal fuerza política en el Congreso (Fuerza Popular, cuyo símbolo partidario, ‘K’, está representado por la primera letra del nombre de su lideresa, Keiko Fujimori) presentó tantas iniciativas legislativas contra la libertad de expresión: interdicciones para quien puede ser propietario, director o editor de un medio de comunicación, una especie de impuesto selectivo arropado de contribución social para los canillitas*, un castigo penal para la difusión de chats privados aun cuando tuvieran interés público, la reinstauración de la colegiación obligatoria para ejercer el periodismo, una ley que prohibía la contratación de publicidad estatal en medios privados, y un extenso etcétera.
La gran mayoría de estas iniciativas, sin embargo, no superaría un análisis de convencionalidad bajo los estándares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Abierta la puerta, no obstante, para la legislación de retaliación contra la libertad de expresión, aquella puede adoptar nuevas formas y nuevos intérpretes. Así, se hallan proyectos de ley de nuevos grupos parlamentarios que, so pretexto de combatir la desinformación, utilizan fórmulas tan imprecisas como la penalización de “noticias que se refieran a hechos que sean capaces de alterar la sinceridad del proceso electoral”, o propuestas, aparentemente motivadas para proteger la privacidad, que impiden que un usuario pueda publicar una fotografía de cualquier persona sin su autorización en redes sociales, o que se puedan crear cuentas parodia.
¿Cómo debe responder la prensa a los embates políticos sostenidos? Esa es una pregunta que, evidentemente, trasciende a los textos jurídicos y que, ciertamente, excede también el interés de este breve post. Sin embargo, es difícil imaginar que una institución tan valiosa para la democracia como la prensa haya visto tan minada su reputación únicamente a costa de fuego “enemigo”.
En Polítika vs Prensa (Debate, 2022) están narrados y estudiados los distintos esfuerzos legislativos que destinaron los principales actores políticos de un país para disciplinar a la prensa. El lector latinoamericano seguramente se sentirá identificado con varias de las iniciativas parlamentarias diseccionadas en este texto, y con no pocas actitudes de actores poderosos que intentaron “alinear” a la prensa incómoda, usando a veces el garrote y, otras, la zanahoria.
La fotografía se completa con los intereses y pugnas subyacentes. Así como en las guerras solo ganan los vendedores de armas, en la batalla entre política y prensa, solo triunfan los enemigos de la libertad de expresión.