WSIS+20: obstáculos a la participación significativa de la academia y la sociedad civil pone en riesgo el legado en materia de derechos humanos – por Vladimir Garay
Este año se conmemora el veinteavo aniversario de la segunda fase de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (WSIS, por sus siglas en inglés), celebrada en noviembre de 2005 en Túnez. Originalmente pensada como un espacio para la discusión en torno al impacto social de las nuevas tecnologías de la información—con especial atención al problema de la brecha digital— la Cumbre dio forma al esquema de gobernanza de internet actual: por ejemplo, instauró el modelo multistakeholder o de múltiples partes interesadas —una anomalía en el sistema de Naciones Unidas, acostumbrado al multilateralismo— y creó el Internet Governance Forum (IGF) como un espacio anual de discusión con un rol consultivo y no vinculante, además de aportar la primera y más usada definición de gobernanza de internet.
WSIS tuvo dos grandes hitos, una primera cumbre realizada en Ginebra en 2003, que tuvo como resultado una Declaración de Principios y la reunión de Túnez, de donde emergieron los Compromisos de Túnez y la Agenda para la Sociedad de la Información. El proceso contemplaba además una evaluación de los avances alcanzados tras diez años, mediante un proceso que se denominó WSIS+10. Actualmente se encuentra en curso la segunda instancia de revisión de la Cumbre— WSIS+20—, que culminará con una Reunión de Alto Nivel durante la 79ª Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre, tras una serie de procesos de consulta iniciados en 2024 y el Evento de Alto Nivel WSIS+20, que se realizará en julio en Ginebra.
Evidentemente, mucho ha cambiado en los últimos veinte años. Las tecnologías de la información se encuentran hoy en el centro de la mayoría de los debates económicos, legales, políticos y socioculturales y, con ello, hay mucha más atención, interés y presiones en torno a su gobernanza. De hecho, WSIS+20 es una más de las múltiples instancias de discusión sobre el rol de las tecnologías que se han desarrollado durante los últimos años, incluso al interior de la ONU. La más prominente de todas es el Global Digital Compact (GDC), un proceso paralelo que es parte de la iniciativa «Nuestra Agenda Común» de Naciones Unidas y cuyos objetivos en ocasiones se traslapan con los de WSIS, sin suficiente claridad respecto de la jerarquía entre ambos ni cómo se coordinan uno con otro. Desde la sociedad civil se ha sugerido utilizar la plataforma de WSIS para implementar el GDC, pero las dudas persisten.
Esto supone una barrera a la participación significativa que no ha sido debidamente abordada por las instituciones organizadoras de estos espacios. La capacidad de aportar al debate se ve disminuida cuando los recursos de los participantes deben repartirse en una multiplicidad de consultas, foros, encuestas, borradores y paneles ocurriendo uno tras otro.
Esto es particularmente pernicioso para la academia y la sociedad civil de los países del sur global. Es una preocupación que el CELE ha levantado anteriormente, ofreciendo acciones concretas para remediar y sobre el cual, lamentablemente, no hemos visto mejoras sustantivas.
Un ejemplo claro: el Evento de Alto Nivel WSIS+20 se realizará en Ginebra dos semanas después del IGF, que este año se celebrará en Lillestrøm, Noruega. No son tantos los participantes fuera de Europa que tienen capacidad de asistir a dos eventos realizados en países caros, con ese margen de separación entre uno y otro. Y no es solamente un tema de recursos monetarios, es también la posibilidad de dedicarle el tiempo y la atención debida a cada instancia. A lo anterior se suma un proceso de consulta y preparación para WSIS+20 más breve y escueto que el del proceso anterior, lo que también limita las posibilidades de aportar al proceso, particularmente de la academia y la sociedad civil, cuyo rol fue fundamental para asegurar que el resultado de WSIS y WSIS+10 sea hoy considerado un logro relevante.
Recientemente el CELE junto a más de 100 organizaciones de todo el mundo presentaron una carta con un plan en cinco puntos para mejorar las condiciones de participación en WSIS+20, incluyendo ampliar y diversificar la participación, facilitar consultas inclusivas y significativas entre las partes interesadas y la publicación de un cronograma claro.
Una mirada atrás
Todos los acuerdos internacionales son producto del contexto específico en el cual fueron producidos. Sin embargo, muchas veces olvidamos o desconocemos cuáles fueron esas circunstancias y, en consecuencia, por qué los textos tienen la forma que tienen. Como nos recuerda David Souter, tanto WSIS como WSIS+10 estuvieron a punto de fracasar, por la dificultad de llegar a acuerdos entre los distintos estamentos participantes.
El primer párrafo de la declaración de principios de WSIS, célebre por hacer explícito el nexo entre el documento y la Declaración Universal de Derechos Humanos, fue un punto de discordia con algunos gobiernos que se negaban a hacer esta la base del tratado. Como explican Ralf Bendrath y Rikke Frank Jørgensen, en su origen las discusiones iban a tener una perspectiva eminentemente técnica. Además, las instancias preparatorias ocurrieron en el momento más álgido de la llamada “Guerra contra el terrorismo” estadounidense y había una posibilidad real de que el tratado priorizara una agenda de seguridad. Fue el involucramiento de la academia y al sociedad civil la que posibilitó un cambio en el eje de la discusión y que la redacción contemplara una serie de reconocimientos claros a una agenda derechos, incluyendo una mención a la libertad de expresión en el artículo 4.
Por su parte, el proceso preparatorio para WSIS+10 fue duramente criticado y había dudas fundadas respecto del resultado, incluyendo el riesgo de revertir algunos de los logros conseguidos diez años antes. A pesar de todo, se logró un texto considerado progresista, que no solamente mantuvo el enfoque de múltiples partes interesadas y extendió el mandato del IGF por otros diez años, sino que además incluyó una sección dedicada a derechos humanos en la sociedad de la información, con varias referencias a la importancia de la libertad de expresión.
Un antecedente a considerar es que, en paralelo a las discusiones preparatorias para WSIS+10, el mundo supo de las operaciones de espionaje masivo realizadas por Estados Unidos, gracias a la información compilada por Edward Snowden. Esto es importante no solo porque ayuda a explicar las menciones contra la vigilancia en el artículo 46, sino que además permite entender mejor el contexto de las discusiones y cómo este pudo aportar un sentido de urgencia, propósito y oportunidad a la academia y la sociedad civil, que puede haber ayudado a focalizar los esfuerzos y lograr conseguir un buen texto.
Un futuro incierto
Al igual que en la anterior revisión, en teoría WSIS+20 supone la posibilidad de revisión completa de lo que ha sido el proceso de implementación del tratado durante las últimas dos décadas, incluyendo el enfoque multistakeholder, el rol de los derechos humanos en el tratado y la continuidad del IGF.
En términos temáticos, si la discusión hubiese ocurrido hace cinco años atrás, probablemente los grandes tópicos serían los desafíos que suponen tecnologías como el metaverso o el blockchain, prácticamente olvidados en el debate actual. La Inteligencia Artificial probablemente domine gran parte de la discusión y habrá que ver si es que cuestiones como integridad de la información, incluida en el GDC, emergen en el debate.
Una cuestión sobre la que hay que poner atención es una tendencia observada en alguna reglamentación producida principalmente en Europa —ejemplarmente, la Digital Services Act— pero también documentos de gobernanza como el Global Digital Compact, que adoptan marcos de mitigación de riesgos del uso de las tecnologías digitales, en tensión con el ejercicio de derechos humanos, particularmente la libertad de expresión.
A lo anterior hay que sumar un contexto geopolítico y económico complejo: Estados Unidos ha impulsado una serie de medidas proteccionistas y ha alineado los intereses de las grandes empresas de Silicon Valley con los del gobierno, alienando a buena parte de sus aliados históricos.
Por otro lado, la academia y la sociedad civil participando en estos espacios es hoy más numerosa, más diversa y, si bien jamás ha sido un actor monolítico, este crecimiento puede dificultar todavía más la ardua tarea de alinear esfuerzos, estrategias y propósitos.
El panorama es complejo, pero también es cierto que en el pasado tampoco fue fácil. Y, a pesar de todas las dificultades, se han logrado hitos importantes que han dado forma a un legado que hoy parece importante defender.